Cruzagramas

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domingo, 28 de marzo de 2010

Que tren que tren PARTE IV La decisión


Edmundo llegó a una plaza. Vio en la esquina contraria la caseta que buscaba y un hombre joven que estaba salía de ella. Le hubiera preguntado de qué se trataba la citación. Pero le pareció ridículo correrlo para preguntarle algo que estaba a punto de enterarse.
Llegó a la caseta, abrió la puerta y se sentó en un banco. Se quedó mirando una pizarra brillante de un material parecido al plástico, y escuchó por un pequeño parlante ubicado en la parte superior de la casetta: “Bienvenido Edmundo”.

A continuación la pizarra se iluminó como una pantalla y apareció un texto y dos recuadros. El texto era breve y claro: “Usted está invitado a ser miembro fundador de Atlántida. Atlántida es una ciudad que aspira a que todos sus habitantes se sientan libres. Si usted no desea participar, elija no. En ese caso usted regresará a su ciudad y no recordará haber estado en Atlántida.”
Y dentro de los recuadros se podía leer: sí, en uno y no, en el otro.

Edmundo se quedo serio por primera vez, desde que estaba en Atlántida, ahora sabía como se llamaba esa ciudad.
Analizó desapasionadamente su situación. Se preguntó que le impedía quedarse allí. Estaba separado, y la comunicación con su ex esposa y sus hijos se limitaba a lo estrictamente formal y necesario. Además sus padres ya no vivían, y estaba cansado de la rutina del banco.
Se dijo que quizás iba a extrañar sus cosas: su casa, el barrio, lo conocido…pero lo desechó. Se dio cuenta que lo que él llamaba sus cosas, era parte de la costumbre y la rutina. Como cuando regresaba del trabajo y se sentaba por inercia frente al televisor.
Se preguntó: "Sinceramente…¿qué vas a extrañar?... ¿Las promesas incumplidas de los políticos? ¿Las calles llenas del centro? ¿La impotencia ante tanto cartonero comiendo de la basura? ¿La inseguridad? ¿La creatividad de la televisión que vive de mostrar mujeres frotándose en un caño? ¿El manejo de la información por los medios para manipularnos a todos? ¿Qué?... …¿qué vas a extrañar?..."
Trató de cambiar de pensamientos porque la lista era muy larga y había comenzado a deprimirse, y encontró algo que sí, iba a extrañar. Aunque en otras circunstancias, absorbido por la rutina, ni siquiera se hubiera percatado.
"Es una tontería, una ilusión sin futuro". Pero esa mujer de cabellera larga que solía cruzar cuando iba al trabajo, lo subyugaba. Cada vez que intercambiaban una mirada, le cambiaba el día. Lo dicho: "es una pavada, ni sé el nombre. Nunca me animé a hablarle".
Edmundo seguía demorando la decisión. Afuera ya había una cola de dos o tres personas. "Que lástima este paraíso tiene un agujero, una carencia. Podría ser la felicidad perfecta. Es como la prohibición del árbol del bien y del ma. Que lástima…"
Volvió a leer la pantalla con mucha atención. “usted regresará a su ciudad y no recordará”. No recordara…
Entonces se dio cuenta que si volvía se le borraría la memoria de ese paraíso. Esas ansias de declararle a esa mujer, el amor que sentía, era algo que funcionaba allí, en Atlántida.
En su otra vida, la que venia llevando hace medio siglo, él iba ser el mismo ser precavido, con una larga historia de desencuentros y no se iba a jugar. Siempre iba a diferir hablarle para una supuesta mejor oportunidad. Y en realidad prefería seguir ilusionándose de que algún día preguntaría, y ella le diría que sí; a que con un no, también muriera esa ilusión.
Así eran las cosas. En Buenos Aires no iba a hablarle. Volvería a sus pantuflas, a sacar la bolsa de basura a la noche. A putear al pisar la mierda del perrazo del departamento de enfrente. Porque en Buenos Aires él era él, en un sistema preestablecido, que no había botado ni querido. Y aquí, de acuerdo a lo poco que había podido conversar, se sentía en sintonía con todos los convocados. Esos eternos disconformes que mantienen la esperanza de que algo mejor se puede crear entre todos y que solo necesitan una oportunidad.
No dio más vueltas. Dejó de pensar en el pasado. Con un sabor amargo confirmó que se quedaba. Se levantó. Reflexionó que el dolor nos enseña a valor lo bueno. Tal vez sus personajes hablarían de eso en su obra de teatro. Abrió la puerta para irse. Y vio que una docena de personas estaban esperando. A modo de disculpa por la tardanza, saludo mirando al suelo. (Aunque allí nadie estaba apurado).
De pronto alguien salió de la fila y se le acercó.
- Soy Paula –dijo mirándolo a los ojos.
¡Era ella!
No pudo contener el impulso. La abrazó.
Quiso presentarse, pero solo balbuceó:
- Soy feliz.

FIN

1 comentario:

  1. Flor de Ceibo dijo...
    Ser miembro fundador de un mundo nuevo, basado en la libertad y el amor. ¡Qué desafío!
    Gracias por seguir soñando.
    13 de enero de 2010 17:41

    Buscando mi propia voz dijo...
    Querida Flor de Ceibo.

    Creo que soñar ya es parte de mi naturaleza.
    El día que no sueño, que no apuesto a la vida, me desconozco
    Gracias
    17 de enero de 2010 14:07

    reina dijo...
    A pesar de toda la maravilla me estaba entristeciendo que se quedara, que renunciara a ese amor del que no sabía ni el nombre...
    La decisiones son difíciles de tomar... pero Dios nunca cierra una puerta si no va a abrir otra mejor...
    Hay que animarse al cambio y tomar las oportunidades cuando se presentan...
    Muy bueno... me agradó mucho...!!!

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