Cruzagramas

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sábado, 8 de agosto de 2009

Incertidumbre



Flotando, flotando, flotando…
Todos los días flotaban hasta la casa de la maestra. Y después de las clases regresaban.
Entre los alumnos estaba Pablo de seis años y su hermano Luís de diez. A Pablo le daba cierta tranquilidad volver de la escuela con su hermano mayor.
La única manera de volver era rastrear la casa en el espacio, siguiendo el pulsar de una onda. Un meteorito había impactado contra el generador de energía y pasarían meses hasta poder repararlo. Los científicos del conglomerado, habían decidido dejar derivar las construcciones. Era la manera más eficiente de racionar la energía. Sin embargo, el traslado no era totalmente seguro. Había un momento del viaje en que las emisoras no eran captadas y debían navegar a ciegas hasta volver a escuchar la emisión; o mejor dicho: navegar en silencio. Ese momento lo llamaban: dar el salto.

Día por medio, como vuelan las abejas a las flores, Luís, Pablo, y otros chicos iban a la escuela a instruirse.

Un día, al aproximarse el salto, Luís, con cierta intuición, le dijo suavemente a Pablo: - Rezá.
Y Pablo comenzó: “Hay una pradera verde, y en la pradera verde hay una valla naranja, y un corderito la salta, y luego salta otro, y otro…”
Luis ya no pudo escuchar más. Pablo había quedado de espalda y por el visor del casco solo veía la indefinida obscuridad del espacio.
-Tengo miedo. -murmuró Pablo.
Pero nadie podía escucharlo.
Ni Luis, ni Pablo, conocían el significado de: cordero, valla o pradera. Ese salto era el momento de mayor riesgo, porque cualquier movimiento podía cambiar la trayectoria y dirigirlos hacia el infinito, hacia la nada.
Los minutos parecían interminables dejándose arrastrar por la inercia y la angustia.
De pronto aparecieron otra vez las ondas pulsantes que les permitían orientarse hacia el hogar. Eran un haz sonoro parecido a un zumbido, que se abría en ligeros matices y que identificaba cada casa, como si fuera el apellido de la familia.
Una vez más habían saltado

Pablo que repetía y repetía… “Hay una pradera verde…” se interrumpió para preguntar:
- Luis. ¿Que significa lo que digo?
Luis se sintió molesto y se quedó un momento en silencio. Después contestó:
-No sé. Es algo que dicen los grandes cuando quieren calmarse.

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